Las pasifloras en general requieren de mucha luz para vivir y debido a esto crecen principalmente en áreas abiertas, bosques secundarios o en bordes, claros o dosel de bosques primarios y mayormente en lugares húmedos, con buen drenaje.
Sus flores presentan una gran variedad de colores, tamaños y formas, lo cual está estrechamente relacionado con el proceso de polinización. Dentro del género, la condición más difundida es la polinización por abejas, pero también existe la polinización por colibríes y en menor grado por avispas y murciélagos (ver sección de síndromes de polinización). Los frutos son dispersados principalmente por aves y mamíferos (ver sección de dispersión de frutos).
En la historia natural de estas plantas sobresale notablemente su estrecha relación con las mariposas diurnas de la tribu Heliconiini (helicónidos), de la subfamilia Heliconiinae (ver sección de Herbívoros). Esta relación, antagónica y poco amistosa, ha generado una lucha permanente entre las mariposas, que buscan afanosamente las pasifloras como plantas hospederas para la alimentación de sus larvas, y las plantas, que tratan de protegerse y defenderse de sus depredadores.
Esta interesante relación de herbivoría ha sido ampliamente documentada por varios investigadores (Benson et al. 1975; Gilbert 1971, 1975, 1981, 1980, 1982; Spencer 1988; Smiley 1978), que han puesto en evidencia un continuo y dinámico proceso de coevolución en la interacción animal-planta, que ha originado una serie de adaptaciones y modificaciones en ambos grupos de organismos, en una permanente lucha de depredación por parte de las larvas de mariposas y de defensa por parte de las plantas. En el caso de las pasifloras, esta intensa presión selectiva por parte de estos herbívoros ha modelado su variada y compleja morfología y composición química, originando una serie de estrategias para su defensa y protección (ver sección de Estrategias de Defensa).