En Costa Rica, la abstracción encontró un panorama poco favorable en la década de 1970, no por su calidad artística sino por su vinculación como influencia foránea, actitud considerada por la historiadora del arte Eugenia Zavaleta (1994) como eminentemente conservadora.
González decidió abandonar la pintura hasta 1973, debido a problemas personales y ante la incapacidad del medio costarricense de comprender la no figuración como un concepto plástico universal y no exclusivamente europeo, como expresó en su laca Presencia de América de inspiración chorotega (1965). Otros artistas del Grupo 8, entre ellos Néstor Zeledón Guzmán, también manifestaron la poca aceptación a la abstracción en Costa Rica.
Manuel de la Cruz González volvió a la pintura únicamente figurativa luego del intervalo, aunque continuó incluyendo en sus exposiciones sus obras abstractas. Precisamente la muestra de carácter retrospectivo que presentó en 1976 en las instalaciones del MNCR fue un recorrido por toda su trayectoria artística (Excelsior, 1976).
Las obras expuestas en 1976 destacan por la composición cromática de colores cálidos y vibrantes, con lo cuales representó su visión del paisaje, figuras y momentos autóctonos costarricenses, junto con el desnudo y las lacas abstracto-geométricas (Kasari, 1976). En la opinión de Ricardo Ulloa Barrenechea la muestra era revitalización de la pintura de González de los años treinta, al retomar el interés por la representación del contexto nacional, pero con una expresión plástica distinta mediado por su época cubano-venezolana y su madurez como artista (La Nación, 1976).
Ese mismo año, el artista resolvió donar al Museo Nacional de Costa Rica su laca Amarillo continuo. El entonces director de la institución Luis Diego Gómez dirigió a Manuel de la Cruz González un agradecimiento por la donación, en esta comunicación recalca que la obra en cuestión sin duda alguna enriquece el patrimonio cultural de los costarricenses y contribuye en forma positiva en la labor de educación pública del Museo Nacional (6 de abril de 1976).
Las composiciones esquematizadas propias de su abstracción-geométrica persisten a la base de su labor pictórica de los años setenta y ochenta, en motivos vinculados a lo autóctono costarricense. González recurre a la línea por contornos oscuros para organizar el plano, además de acentuar su arriesgada y brillante policromía. Las obras de estos años son consideradas una síntesis de su experiencia pictórica, pues su incansable búsqueda encuentra un punto de convergencia entre sus inquietudes formales y temáticas.
Manuel de la Cruz González estuvo presente en el panorama artístico costarricense a lo largo de su vida, en parte por su vinculación con las vanguardias en una constante exploración técnica, estilística y temática. Sumado a su enérgica labor, el artista encontró, en sus múltiples facetas como pintor, conferenciante y escritor, un espacio de divulgación, diálogo y confrontación en las salas del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR).
Esta relación con el museo efectivamente enriqueció el patrimonio cultural de los costarricenses como señaló Gómez. En tanto que el MNCR no solo conserva en su colección la obra abstracto-geométrica, sino que además proporcionó y es aún un medio para la difusión y salvaguarda de la memoria histórica, y en este caso de los postulados estéticos de González.