Las sociedades precolombinas realizaban diferentes prácticas funerarias, según los preceptos de sus propias culturas, y la cremación fue una de ellas. En el territorio que hoy es Costa Rica se encuentra evidencia de su ejecución en los períodos comprendidos entre los años 500 a.C. y 1350 d.C. Sin embargo, la forma en la que se llevaba a cabo fue muy diferente a como se practica hoy en día.
Estudio de las cremaciones
Las piras (hogueras) funerarias utilizadas en tiempos precolombinos pudieron emplear diferentes metodologías, el grado de afectación del cuerpo se relacionaba con la cantidad de combustible (leña), duración y suministro de oxígeno (aire), elementos que determinan la eficiencia de la cremación.
Los cambios en los huesos como la coloración, fragmentación, contracción y deformación ofrecen pistas sobre las temperaturas alcanzadas y la condición del cuerpo en el momento de la cremación, es decir si se realizó poco después de la muerte, cuando aún tenía tejido blando, o tiempo después, cuando se encontraba en condición esquelética.
Información suministrada por años de trabajo experimental en el campo de la bioarqueología y la Antropología Forense, así como el empleo de nuevas tecnologías, nos permiten estudiar las características de la termo alteración de los cuerpos.
La cremación precolombina en Costa Rica
Un estudio bioarqueológico de la evidencia ósea de los sitios Loma Corral-3, Mamá Inés y El Silo, todos ubicados en la provincia de Guanacaste, ha permitido caracterizar la práctica de la cremación en un lapso comprendido entre el 500 a.C. y 1350 d.C., mediante el análisis de la tecnología de pira (hoguera), temperaturas alcanzadas y condición del cuerpo en el momento de la muerte de los individuos.
La evidencia más antigua de cremación (500 a. C.-300 d.C.)
Investigaciones en el sitio arqueológico Loma Corral-3, ubicado en una zona alta con vistas al mar, en lo que hoy es el cantón de Carrillo, de la provincia de Guanacaste, permitieron identificar un cementerio complejo del período Tempisque (500 a.C.-300 d.C.), conformado por sepulturas en las cuales se depositaron los individuos en posición flexionada o mediante entierros secundarios (paquetes de huesos hechos una vez que el cuerpo perdió su tejido blando), posteriormente las fosas se cubrieron con acumulaciones de rocas, lo que creó montículos de formas circulares y ovaladas (Guerrero 2007).
Algunos de los individuos inhumados en el cementerio mostraron evidencia de exposición al fuego, mediante el empleo de una pira al aire libre sobre superficie, con temperaturas que oscilaron los 700 y 800°C, esto propició una fuerte fragmentación, contracción y deformación de los huesos, así como una pérdida significativa del componente orgánico. Una hoguera con estas características pudo tener una duración de 3 horas, según comparaciones con cremaciones modernas al aire libre, mientras que la recolección de los segmentos óseos resultantes pudo realizarse una vez que estos se enfriaran en un lapso comprendido entre 7 y 10 horas (McKinley, 2000).
Una vez finalizada la combustión se recolectaron los restos óseos y se enterraron en el cementerio, estos se colocaron directamente sobre la matriz de la tierra y se cubrieron con acumulaciones de piedra.
Cremación y uso de urnas funerarias (300-800 d.C.)
El uso de urnas funerarias que contenían restos de personas que habían sido sometidas a la cremación, se encontró en un sitio del período Bagaces (300-800 d.C.) ubicado en La Cruz, Guanacaste, llamado Mamá Inés, las grandes vasijas se colocaron sobre la tierra, con pequeñas piedras en la base para darles estabilidad y posteriormente se cubrieron con acumulaciones de roca (Guerrero y Solano, 1993).
Similar al caso de Loma Corral-3, en el cementerio de Mamá Inés se utilizó una tecnología de pira al aire libre sobre superficie, lo que resultó en una cremación incompleta del individuo, poco tiempo después de la muerte. Se generaron temperaturas que oscilaron los 700 y 1000°C, gracias a la suficiente circulación de oxígeno, que permitió que los cuerpos se consumieran por el fuego rápidamente.
La pira pudo conformarse por una cama de leña sobre la que se colocó el difunto, después se inició el fuego y posteriormente, transcurrido el tiempo de la combustión y el enfriamiento de los restos, se recogieron y depositaron en la urna respectiva, esta recolección fue minuciosa, ya que se encontró una alta representatividad del esqueleto dentro de estos contenedores.
Cremación en piras bajo superficie (800-1350 d.C.)
Pocos siglos antes de la llegada de los europeos al actual territorio costarricense, también se practicó la cremación, sin embargo, en este caso el tipo de pira y la afectación de los huesos fue diferente a los anteriores. La evidencia se encontró cerca de la comunidad de Copal en Nicoya, en un cementerio del período Sapoá (800-1350 d.C.) ubicado en una loma con excelente vista al golfo de Nicoya, denominado El Silo, en el cual se enterraron personas a las que se les aplicó la cremación y otras a las que no se les hizo el mismo procedimiento.
El cementerio mostró una compleja organización, con sepulturas circulares y ovaladas cavadas en la matriz del suelo, organizadas en varios sectores: uno con tumbas de mayor tamaño, otro con fosas más pequeñas y un osario (Valerio 2009; 2012; Vargas 2016) (Ver artículo Costumbres funerarias).
Se observaron diferentes grados de afectación de los cuerpos, tanto cremación incompleta con temperaturas alrededor de los 700°C, como carbonización parcial, con menor intensidad térmica, pues llegaron a los 300°C.
Una de las más grandes diferencias para este período es el tipo de hoguera utilizada. En los casos más antiguos, las piras fueron hechas sobre superficie, mientras que en El Silo la hoguera se realizó en la misma fosa donde se inhumó el cuerpo, es decir bajo superficie, de manera que se colocó la madera debajo y sobre la persona y se encendió el fuego en el interior de la sepultura.
Las características de este tipo de piras hacen que la duración del quemado sea mucho más prolongada, pues la llama se extingue rápidamente y la acción es generada principalmente por las brasas vivas. Estas hogueras hacen que la fragmentación de los huesos sea menor, a diferencia de los dos cementerios más antiguos, pues las temperaturas son inestables. Cuando finalizó la combustión no se recogieron los huesos, sino que se cerró la sepultura con los escombros de la hoguera y varias ofrendas que se colocaron a la persona.
¡Celebremos la vida de nuestros ancestros!
La cremación supone un tratamiento del cuerpo particular y poco frecuente para las poblaciones precolombinas en nuestro país, sin embargo, su estudio muestra la gran complejidad del ritual, el cual pudo realizarse en diferentes etapas y traer consigo otras actividades relacionadas con la cosmovisión de las personas que los llevaron a cabo.
Las prácticas funerarias implican la reafirmación cultural de pertenencia. Como miembros de una sociedad ganamos ese derecho, y es durante la realización de los funerales que se materializa el papel en la sociedad o el grupo familiar. La cremación fue una de esas actividades que pudieron tener significados diferentes a través del tiempo, significados que, por desgracia, no conoceremos. Sin embargo, el estudio de los rituales asociados a la muerte nos acerca a comprender mejor esos grupos sociales antiguos que habitaron el territorio nacional y cómo se enfrentaron a esa realidad tan humana como es la muerte. Entender las culturas de nuestros ancestros contribuye a celebrar su vida y su papel dentro de la construcción de nuestra identidad.