Las luciérnagas pasan la mayor parte de su vida como larvas luminiscentes bajo el suelo, alimentándose de babosas, lombrices, caracoles y orugas de otros insectos; pueden vivir hasta dos años en ese estado. Los adultos casi no se alimentan y, cuando lo hacen, consumen polen y néctar; no viven más que dos meses. A pesar de su apariencia inofensiva, la mayoría de las luciérnagas son tóxicas, producto de la formación de esteroides para evadir depredadores.

La bioluminiscencia se produce por una reacción química de una sustancia llamada luciferina. La luciferina es una enzima dentro del abdomen y el área de la cola de la luciérnaga. Este órgano luminoso está ubicado en los dos o tres últimos segmentos abdominales.

Podemos encontrar estos interesantes insectos en época de lluvias, en zonas de alta humedad y de escasa contaminación lumínica.

En el mundo existen 2000 especies de luciérnagas, sin embargo, hay una disminución de las poblaciones por la destrucción de su hábitat y pérdida asociada a actividades como plantaciones agrícolas, deforestación, contaminación lumínica y el uso de pesticidas.

Por eso, debemos cuidar su hábitat, ya que las luciérnagas juegan un papel importante en los ecosistemas como depredadores y presas; además de ser indicadores del estado de salud de un bosque o área natural, gracias a la presencia de sus destellos.

En Costa Rica existen aproximadamente 400 especies (tanto diurnas como nocturnas). En el Museo Nacional de Costa Rica, en la colección de coleóptera, se encuentran algunas especies nocturnas; entre ellas están la Lucidota apicalis, Lucidota discolor, Photinus aurora y en géneros tenemos: Photuris, Aspisoma, Cratomorphus y Bicellonycha.